Tras la pista de Hargulka

Al volver a Fuertecolmillo, Lord Akrom y sus acompañantes retornaron a Tawen, que prometió alabar sus nombres durante el resto de sus vidas.

Sir Bailon George, el consejero de Lord Akrom, puso en su conocimiento que habían aumentado los rumores de criaturas monstruosas asaltando granjas de súbditos de la Baronía del Colmillo (como se empezaba a conocer a este territorio de frontera). Y la cosa era incluso peor, ya que Sir Meredudd y él le mostraron el cadáver de uno de los hombres bestia que hacía tiempo habían encontrado en la mina y posteriormente habían ordenado que se marchasen de exilio y a explorar las Tierras Robadas. Al cadáver le acompañaba una nota, un pergamino en el que un mensaje escrito en letra tosca, con sangre, decía: «Humanos fuera de estas tierras».

Lord Akrom y Sir Férenc sospechaban del nombre de Hargulka que habían escuchado en la torre de la doncella embrujada, así que llamaron al grupo de mercenarios de Akiros (Sir Gábor Tsonka, Sir Izydor Guzowski, Gritos) y les encargaron investigar esos rumores. Tras un par de meses en los cuales la baronía continuó expandiéndose hacia el norte y oeste, Akiros y sus acompañantes volvieron con información: al parecer, una enorme tribu de trolles se había asentado en el Bosque de Narl, al sudeste de Fuertecolmillo, desde donde lanzaban incursiones a los granjeros y comerciantes. Les dirigía algún tipo de líder, quizás un especimen con alguna chispa de inteligencia, lejos de ser una criatura bestial, que Lord Akrom y los demás supusieron que era Hargulka. Como pago por su misión Sir Gábor y el resto solicitaron que Lord Akrom les prestara como sirviente a Ataldurk, el esclavo tarakio que vivía en Fuertecolmillo. Akrom accedió.

Tras unos preparativos, Lord Akrom reunió de nuevo a sus compañeros Traspié, Sir Férenc y Sir Adorjan, y junto con Kapolc como escudero, partieron hacia el sur en busca de la guarida de Hargulka. Por el camino exploraron el Lago del Colmillo que se hallaba al sur de suc apital, Fuertecolmillo, y contenía una isla con ruinas antediluvianas, parecidas a la torre de la doncella embrujada que habían encontrado unos meses antes. Allí mataron a un monstruo parecido a un calamar que flotaba en el aire y despedía un fulgor y brillos que abrasaban.

Al cabo de unos pocos días de viaje, encontraron lo que parecía la entrada a una antigua mina o sistema de cavernas artificiales excavada en la ladera de una colina boscosa en el Bosque de Narl. Tras tirar abajo el portón oculto, irrumpieron en una estancia donde dos trolles que supuestamente hacían de guardias se vieron sorprendidos. Les dieron muerte y se prepararon para explorar el resto de la caverna, sospechando que habían dado de lleno con la guarida de la que les habían hablado Sir Gábor y los otros mercenarios.

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