Dune: la especia debe fluir

Dune fue uno de mis primeros universos favoritos de ciencia ficción o, en general, de frikismo. Lo conocí, como muchos otros chavales en los 90, gracias al videojuego de estrategia en tiempo real de Westwood, Dune 2.

Este juego era un predecesor de la saga de Command & Conquer, y le eché incontables horas, pasándolo en grande. En Dune 2 Westwood ejerció algo de libertad creativa. Metieron tranquilamente como facción en liza a una Casa Ordos inventada totalmente (no sé si aparecía en la Dune Encyclopedia, me suena, pero desde luego no en el libro ni la película) y la acción era más parecida a un mundo de ciencia ficción bélica convencional con sus batallas con armas láser, tanques y enfrentamientos de infantería. Tengo que decir que me parece un acierto, la verdad.

Si a los adolescentes de la época nos hubieran puesto un juego con muchos elementos casi medievalizantes de Frank Herbert como los escudos que impedían las armas láser y obligaban a luchar con espadas, y además con movimientos lentos para que dicho escudo no los detuviera… creo que la mayoría nos habríamos quedado con cara de “¿Qué dices? Para peleas con espadas me pongo a jugar a algo de fantasía medieval”. No me entendáis mal, esos elementos que aparecen en los libros los aprecio ahora, pero hay que admitir que encajan porque Dune no es una historia de guerra, al menos no principalmente. Y éste era un juego de estrategia de guerra.

Con el tiempo, descubrí el juego que le precedía, Dune de Cryo Interactive. Este juego era muy diferente: era un juego de estrategia, sí, pero también era una aventura donde asumías el papel de Paul Atreides en tu enfrentamiento con la Casa de los Harkonnen. Sin ser fiel del todo a la novela de Frank Herbert o a la película de David Lynch, sí que se mantenía mucho más cercano que Dune 2.

La banda sonora, titulada Dune: a spice opera y compuesta por Stephane Picq, siempre me ha parecido una obra maestra y una de las más bellas que jamás he escuchado en un videojuego, rivalizando con otra de mis favoritas, la de Dark Sun: Shattered lands. Tremendamente evocadora de los paisajes desérticos de Arrakis y muy adecuada para las escenas en las que se enmarcaba. Recuerdo cómo me impactó el momento en el que Chani le declara su amor a Paul (te declara, porque lo interpretabas tú) y le dice algo así como “En estos momentos, con todos estos mundos encima nuestro, quiero estar contigo”. Hace poco Stephane Picq ha anunciado que va a volver a editarse una versión remasterizada.

Y finalmente recalé en el libro y la película. Compré de hecho una edición de bolsillo donde en la portada mostraban un fotograma del largometraje con unas hermanas Bene Gesserit posando. Lo leí y aunque al principio me costó hacerme a los cambios en el universo que yo conocía de los videojuegos y, sobre todo, a la prosa densa y a veces un poco tediosa de Herbert, me acabó encantando. El worldbuilding me fascinó y fue el libro en el que aprendí que la exposición a hechos de un universo no tiene que hacerse de forma completa y minuciosa, sino que a veces es más efectivo ir soltando detalles o retazos de información que mantengan el aura de misterio o de desconocimiento sobre el total del saber. Por ejemplo, cuando mencionaban la jihad butleriana aprendías que se trataba de un suceso en el pasado remoto del universo donde se había combatido contra las “máquinas pensantes” y establecido la prohibición de construirlas que seguía vigente en el tiempo en el que transcurría la novela. Esto explicaba la existencia de los mentats, computadoras humanas que sustituían a los ordenadores súper-avanzados que a priori imaginábamos que existirían en este futuro. Pero no se daba una gran cantidad de detalles de cómo había transcurrido esa guerra, ni cuando, y eso mantenía el aura de que era algo que había sucedido en un pasado remoto, del que no sabíamos casi nada los lectores… porque los propios personajes del universo tampoco tenían mucho conocimiento. Por supuesto luego el hijo de Frank Herbert escribió sobre el suceso en alguno de sus libros. Quizás lo lea en algún momento, pero tiene pinta de exprimir un poco el universo de su padre, la verdad, que es la sensación que me dio al leer Dune: Casa Atreides tiempo después.

La película tiene esa mala fama de proyecto maldito, pero yo tengo que decir que me gusta bastante. La banda sonora de Toto, los trajes y la puesta en escena me parecen impresionantes. La escena en la que el Emperador Padishah se reúne con la Cofradía Espacial me parece genial y sobrecogedora en la forma en que te transmiten la terrible mutación a la que han llegado a someterse los navegantes de la Cofradía.

En definitiva, guardo muy buenos recuerdos de los juegos, novela y película que vi en los 90. De otros productos hablaré otro día, aunque ya os puedo adelantar que la opinión no es tan buena.

Deja un comentario