La partida de la semana: La llamada de Cthulhu, años 30

La verdad es que últimamente leo mucho más que juego a rol, debido principalmente a las nuevas responsabilidades y escasez de tiempo para poder dedicar una tarde entera a compartir una partida con amigos: tanto por mi parte como por la suya. Es más fácil arrancar un rato libre aquí o allá para la lectura de fantasía o ciencia ficción que una tarde entera alrededor de una mesa.

Aún así, y aunque me gusta compartir las lecturas con vosotros, no hay nada como una tarde de rol con amigos y el pasado viernes empezamos una partida corta de La llamada de Cthulhu ambientada en los años 30.

Como ya sabéis, uno de los blogs que leo con más devoción y por el que siento admiración es el de la Frikoteca. Hace poco Carlos narraba su partida de Anochece que no es poco y me lo he pasado en grande leyéndole. La verdad es que me gusta mucho leer sobre otra gente jugando a rol casi tanto como jugar yo, porque veo que compartimos la afición y los buenos ratos de forma parecida. Por eso me gustaría recoger algo de esta partida. Es cierto que hace un mes y pico jugamos otro one shot corto de D&D que no recogí por aquí, una especie de preludio de la campaña de la Tumba de la aniquilación.  Estuvo bien, un dungeon crawl clásico para matar el mono. Pero la partida de La llamada de Cthulhu me pareció que tenía una trama que enganchaba particularmente. No es de extrañar: la dirigía mi amigo T, que es el DJ (Guardián, en este juego en concreto) que creo que más se trabaja las partidas: su trama, sus personajes, su atrezzo… todo lo prepara minuciosamente.

La partida estaba ambientada en el Londres de los años 30, en concreto comenzaba en noviembre de 1936 con varios PJs ya detallados que nos reuníamos en la librería de temática ocultista más famosa de toda la capital británica para poner en común los extraños sucesos que nos habían ocurrido hacía poco:

  • Paul Turner (CH), un escultor que despertaba encontrándose con que durante su sueño al parecer había dado forma a siniestras figuras humanoides que cuando abría los ojos decoraban todo su estudio y hogar.
  • Anthony St. John (X), librero amigo del propietario de la librería ocultista. En su propia librería de segunda mano había descubierto que numerosos tomos estaban garabateados con anotaciones de su puño y letra, pero no recordaba haberlas hecho.
  • Celia Pickering (S), académica que había descubierto un manuscrito de varios siglos de antigüedad que contenía menciones anacrónicas a cosas como “teléfonos” o “motores de combustión”… y que además mencionaba su propio nombre, siglos antes de que naciera.
  • Y finalmente Doreen Mills, mi PJ, una enfermera muy devota de su fe cristiana y que había tenido varios encuentros con pacientes en el hospital que advertían sobre el hecho de que “alguien” nos vigilaba y que el fin del mundo se acercaba. Y lo peor de todo es que estos pacientes, aún siendo varones, habían hablado con la propia voz de Doreen.

En la próxima entrada os contaré cómo fueron las andanzas en esa noche sumida en la niebla londinense del noviembre de 1936.

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