La partida de la semana: La llamada de Cthulhu, años 30 (II). La muerte de St. Margaret

Continuamos narrando la última partida que introduje en mi último post. Resulta que según me comentó T, el guardián de la partida, la campaña completa era un conjunto de varios módulos aislados de La llamada de Cthulhu que se habían hilado mediante recursos narrativos.

La historia comenzó con los PJs reuniéndose en la librería ocultista londinense que comenté en el último post y compartiendo sus historias personales y motivos que les habían llevado hasta ahí. El librero, amigo de Anthony, nos indicó a los PJs que una de las personas que tenía que asistir a la reunión al final se había ausentado. La mujer trabajaba en un hospicio que daba amparo a las personas en estado terminal, así que decidimos dirigirnos hacia allá y averiguar cuál era el motivo de que no hubiera acudido y, si era posible, su experiencia paranormal.

Tras cruzar la niebla londinense, en una noche temprana apenas iluminada por algunas escasas y mortecinas farolas, llegamos al hospicio a eso de las 7 y pico de la tarde y conseguimos convencer a alguna de sus trabajadoras para que nos dejara entrar buscando a la mujer que no había acudido a la reunión. Pronto varias cosas extrañas nos llamaron la atención: la sala principal era una diáfana habitación donde mayoría de los pacientes que yacían en camas tenían un aspecto particularmente demacrado y lamentable. Vale, era un hospicio y la pobre gente que allí recibía asilo no iba a estar en las mejores condiciones, ya que sólo se les otorgaban cuidados paliativos. Pero en varios de los pacientes había indicaciones de lecturas sobre indicadores de salud de los pacientes, ya fuera al lado de la cama o en algún mueble cercano. Y dichas lecturas señalaban que tenían indicadores totalmente anormales. Por ejemplo, presión arterial que correspondería a una persona incapaz de mantenerse con vida, o ritmos cardíacos que tampoco corresponderían a nadie que no estuviera ya en el otro barrio. Además, con un curioseo rápido, Anthony se fijó en que había facturas desperdigadas por algunas cómodas donde se indicaba que se habían comprado una serie de medicamentos del mismo tipo recientemente, algo que no tenía ningún sentido.

Finalmente conseguimos entrevistarnos con la trabajadora del hospicio que tenía que haber acudido a la reunión de la librería ocultista. En un ejercicio de desfachatez le mencionamos el tema de la compra de medicamentos y se mostró genuinamente sorprendida. Pero además nos señaló que quería que habláramos con una paciente que se hallaba en una cama esquina de la sala principal. Según decía, tenía una historia que era justamente la que la había impulsado a inscribirse en la reunión de la librería, a pesar de no acudir finalmente. La paciente era una mujer muy anciana, en un estado de debilidad extrema, que aún así reunió fuerzas para comenzar a narrarnos la historia.

Con ese recurso narrativo, T, el Guardián, nos transportó a una escena que habría sucedido dos años antes, en 1934, y nos entregó cuatro fichas de personajes secundarios.

  • Alfred Botham (X): un periodista del Hammond high que buscaba a Pip, un antiguo amigo y compañero periodista que había desaparecido tras involucrarse con grupos ocultistas y persiguiendo una pista sobre dichos temas en la isla escocesa de St. Margaret.
  • Bob Greene (yo): un pastor anglicano que había aceptado un trabajo temporal de jardinero en un estricto internado femenino en la isla de St. Margaret y que, años antes, había conocido a Pip en su parroquia. Pip se había involucrado con grupos ocultistas y más tarde le había dicho que había aceptado un trabajo en el internado, para posteriormente desaparecer sin rastro y con los responsables del internado negándose a dar más detalles que que se había “marchado”.
  • Georgia Mackey (S): una estudiante de doctorado en búsqueda de su director de tesis, el Dr. Grant, que habría ido a realizar un experimento en la isla de St. Margaret.
  • Vicky “Magpie” Smith (CH): una mujer sintecho que vagaba por distintas ciudades de Reino Unido, con simpatías con grupos comunistas. Amiga de Pip, también le buscaba en la isla de St. Margaret.

Como veis, varios de los PJs tenían un nexo común en el tal Pip, un personaje elusivo y con siniestros grupos ocultistas, aunque al parecer buena persona y que caía bien a todos. Tras llegar en el ferry a la isla, nos recogió en su automóvil Bartholomew Althorp, que se presentó como el profesor de educación física del internado, a pesar de su encadenamiento de cigarrillos, aliento a whiskey y forma física oronda.

Nos subimos con él en el coche y comenzó a llevarnos por las carreteras de los acantilados de St. Margaret, sin quitamiedos ni ninguna medida de seguridad. En un momento dado, Bartholomew parecía conducir de forma muy temeraria y posiblemente perjudicada por el alcohol y se acercó a tomar una curva de forma muy cerrada, asi que ni corto ni perezoso, yo, el pastor anglicano Bob Greene, le cogí el volante para intentar hacer la curva de forma más suave y, de paso, salvarnos la vida. Bartholomew comenzó a chillar como un desequilibrado, acusándome de poner en riesgo la vida de todos los pasajeros. En mi fuero interno yo pensé que lo que más nos ponía en riesgo era que condujera bajo los efectos del alcohol por estas carreteras, pero decidí no discutir.

Finalmente llegamos al internado, donde conocimos a la directora del mismo, una mujer muy severa y poco amigable. Un detalle curioso que estos PJs no conocían es que esta mujer coincidía, varias décadas más rejuvenecida, con la que nos estaba narrando la historia en el hospicio a los PJs principales en 1936.

Ahí interrumpimos la partida, esperando poder continuarla pronto. Me gustó mucho el recurso narrativo del flashback para poder hilar dos historias de forma conjunta. Creo que, aunque sean bastante similares, me gusta más la década de 1930 que la de 1920 para ambientar partidas de La llamada de Cthulhu de principios de siglo. Ambas son épocas en las que Lovecraft ubicó sus historias. Es cierto que, si no me equivoco, usó más la década de los años 20, simplemente porque es cuando más escribió, ya que falleció en 1937. Pero en los años 30 ambientó algunas de sus mejores historias como En las montañas de la locura, por ejemplo. Y para mí la década de los 30 tiene mucho más juego. Tienes esa sensación de perdición inminente que tenemos los jugadores al saber que el ascenso del nazismo durante esa década llevaría a la Segunda Guerra Mundial, y de hecho los nazis y los fascistas ya andaban haciendo sus tropelías por Europa o apoyando a sus homólogos españoles en la Guerra civil. Todo eso da mucho juego de trasfondo geopolítico, si te gusta meterlo en partidas, pero incluso en las que no hace una aparición de forma explícita, como la que estamos jugando, ya me gusta que esté como telón “de fondo”. Tengo ganas de retomarla pronto, os iré narrando cómo va.

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