Cuando Miquel Herrero salió del comedor, Asensi respiró aliviado, aunque no mucho. No querría haberse visto obligado a apuñalarle, porque tenía pinta de ser capaz de aplastarle la cabeza aún sangrando como un cerdo en la matanza. La masa de músculos psicótica había decidido rondar por la casa, pero quedarse con el mudo que había decidido liarse a golpes con él tras quitarse una máscara de piel de cadáver de la cara tampoco le inspiraba mucha confianza. Marcelo, por su parte, se había sentado en el sofá. La pata de la silla se le escurrió de entre los dedos y hundió su cara entre las manos. Sigue leyendo
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Abrir el camino – 5
Herrero salió al pasillo temblando de ira. Tenía ganas de aplastar la cabeza del mierda del mudo que se le había puesto delante. Le rodeaban puertas que supuso que darían a varias habitaciones, con unas escaleras a la planta superior en el medio del corredor. A su derecha, otra puerta de PVC y cristal similar a la que había dejado atrás en el comedor, permitía ver el jardín trasero de la casa. Con un gruñido, corrió hacia la misma y la embistió con el hombro derecho, rompiendo uno de sus cristales y desencajándola. Sigue leyendo
Abrir el camino – 4
Como una navaja, las palabras le atravesaron.
-YO SOY EL QUE ABRE EL CAMINO.
Desorientado, miró a su alrededor. Estaba en el salón de una casa. Una luz vespertina cruzaba la puerta que daba al jardín, delimitando la silueta de tres hombres de pie delante suyo. Los tres vestían un uniforme gris y conversaban a voces, agitados. Sigue leyendo
Abrir el camino – 3
Escuchó su propia voz, pero no era suya.
-YO SOY EL QUE ABRE EL CAMINO.
Respiración, a su alrededor. Un comedor. Afuera atardecía, con una leve luz anaranjada. Cuatro hombres. Tres de pie. Enfrente. A los lados. Monos grises con nombres en placas. Uno quieto, en la mesa. Uniforme. Muy quieto. Sigue leyendo
Abrir el camino – 2
–YO SOY EL QUE ABRE EL CAMINO.
Un parpadeo y la jaqueca le atravesó la cabeza con tanta velocidad como la imagen de lo que pasaba a su alrededor. La voz que había escuchado era gutural y le resultaba desconocida. Sigue leyendo
Abrir el camino – 1
De pronto, fue consciente de que existía, al escuchar unas palabras pronunciadas en una voz grave, ronca, casi antinatural:
-YO SOY EL QUE ABRE EL CAMINO.
Estaba de pie, en una habitación. Un comedor. Delante suyo, una mesa. No recordaba nada. De las paredes colgaban pinturas, escenas de caza en la naturaleza. Encima de la mesa, una figura corpulenta e inmóvil teñía de rojo la madera. Llevaba puesto algún tipo de uniforme de guardia o policía. Sigue leyendo